Sistema de economía centralizada

 

Este sistema está inspirado en la teoría de Karl Marx. Nació en la Unión Soviética después de la primera guerra mundial, aunque posteriormente se extendió al resto de la Europa del este.
El objetivo principal es el de conseguir un reparto igualitario de la renta. En él, el Estado no sólo se convierte en el propietario de los recursos o factores de producción, sino que además, rige el funcionamiento de la economía en general, de tal forma que el mercado deja de ser el mecanismo “asignador” de recursos. Por este motivo los agentes privados, familias y empresas, se limitan a seguir las indicaciones del sector público.
Aunque en un principio los países que aplicaron este sistema lograron cubrir con éxito sus necesidades básicas en materia de empleo, sanidad o educación, el sistema se desmoronó a finales del siglo XX. Algunos de los factores que condicionaron esta caída fueron los siguientes:
-Errores de previsión: Ante la ausencia de señales económicas reales los planificadores carecían de información fiable de la economía. Esto se tradujo a una falta de adaptación a la realidad y en una escasa capacidad de reacción.
-Falta de incentivos: Con los precios y salarios fijados por el Estado, las empresas no se esforzaban por competir entre ellas y la desmotivación de los trabajadores se fue extendiendo. Esta falta de competitividad es una de las principales diferencias entre las empresas de las economías de planificación centralizada y las de las economías de mercado.
-Excesiva burocracia: El gran aparato administrativo necesario para controlar la administración pasó a estar presidido por la lentitud y la ineficiencia.

En la actualidad muy pocos países continúan con este sistema de gobierno en vigor, entre ellos podemos destacar: China, Cuba y Corea del Norte.